Ni café, ni coca cola, ni red bull. Lo mejor para mantenerse despierto es un amor no correspondido.
Mali

13 de OCTUBRE - DIA DE LAS REBELDIAS LESBICAS

(Texto leído en el conversatorio “Situación de las Lesbianas en el Perú: Avances y Retrocesos”, realizado en el Ministerio de la Mujer y organizado por la Kolectiva Rebeldías Lésbicas y el Movimiento Homosexual de Lima)
En el día de las rebeldías lésbicas no quiero hablar de violencia, lo siento, ya bastante tenemos con la que vivimos a diario en carne propia, con la que conocemos de experiencias de compañeras y hermanas de lucha. La violencia es algo que casi se convierte en parte de nuestras vidas, si no es una violencia física o psicológica, es una violencia simbólica de parte de los representantes de las diversas iglesias, de los medios de comunicación o del propio Estado, es una negación histórica de nuestras vidas, de nuestras demandas y de nuestro lugar de enunciación como sujetas políticas, y esa violencia se inserta en nuestros cuerpos y en nuestras experiencias diariamente. Todas estamos en este momento aquí, en este espacio tan especial, en el ministerio de la mujer, en este lugar tan nuestro para luchar contra esa violencia, para hacer algo contra esa violencia, para acabar con esa violencia.
Existen varios informes sobre la situación de los derechos humanos de lesbianas, gays, trans y bisexuales. Desde que aparecieron los primeros informes, me parece que por el año 2005, las estadísticas nos demuestran que a nosotras no nos matan como sí matan a los compañeros gays y a las compañeras travestis. Pero eso no es cierto, a nosotras sí nos matan, nos matan de formas más sutiles, nos matan poco a poco limitando nuestras vidas, invisibilizando nuestros deseos, negando nuestra existencia.
Nos matan cada vez que se nos excluye y se nos margina de las leyes, propuestas y planes que se diseñan, supuestamente, para proteger a las mujeres de toda forma de violencia o desigualdad. Nos matan cuando una lesbiana es violada con el fin de convertirla en una mujer de “verdad”. Nos matan cada vez que una lesbiana adolescente es expulsada del colegio con la excusa de que va a contagiar a sus otras compañeras. Nos matan cuando nos separan de nuestras amigas o cuando obstaculizan cualquier forma de socializar con mujeres como nosotras. Nos matan cuando nos llevan a un psicólogo creyendo que se puede curar eso que a nosotras nos hace más felices y más completas: amar a otras mujeres.
Y una lesbiana muere cuando decide vivir una vida que no es la suya, cuando rechaza, esconde y disimula sus deseos, cuando vive una doble vida. Una lesbiana muere cuando calla y normaliza la exclusión. Cuando niega la discriminación. Cuando siente culpa, vergüenza y miedo de vivir como lesbiana. Cuando pierde el poder de indignarse frente a un sistema que trata de devolverla al camino “correcto”, al camino de la sumisión y de la funcionalidad a una sociedad machista, misógina y lesbofóbica. Una lesbiana muere cuando no es capaz ni siquiera de decir su identidad en voz alta.
Nuestra lucha es porque el silencio no sea parte de nuestras vidas, un silencio que se nos enseña desde muy pequeñas y que solo contamina nuestras almas.
Vivir sin violencia es un derecho humano. Un derecho que las lesbianas reclaman con su propia vida. Vivir una vida libre, digna y justa. Una vida que no sea invisible, que no esté expuesta al acoso, al chantaje y a la represión. Una vida que pueda ser vivida de la mejor manera posible.
Existe una serie de demandas que exigimos que seguro mis compañeras en la mesa, todas expertas abogadas, enumerarán. Pero hay un tema que a mí me interpela mucho, y es el de la niñez lésbica. Supongo que es porque sé, como la mayoría de nosotras, lo que vive una niña lesbiana que no puede manifestar sus sentimientos más profundos a las personas que más quiere, a las personas que pertenecen a su núcleo afectivo más cercano. Es por todas esas niñas lesbianas que hoy también estamos aquí.
No nombrarlas también es invisibilizar su existencia, es creer que por generación espontánea a partir de los 18 años una recién empieza a sentirse lesbiana. La niñez lésbica es una de las realidades más ocultas de la sociedad. Nadie las menciona, por ende, no existen. Nuestra lucha es también porque estas niñas lesbianas tengan un lugar de enunciación, que sean capaces de reafirmarse en su identidad lésbica, y que su orientación sexual sea comprendida y respetada.
Yo realmente espero que las niñas lesbianas puedan algún día recibir el soporte emocional que necesitan para que no se vean afectadas en su calidad de vida, y este es trabajo que requiere una labor conjunta del Ministerio de la Mujer, del Ministerio de Educación y del movimiento LGTBI.
Una preocupación por parte del Estado y sus instancias que garantice que estas niñas lesbianas puedan ser felices, puedan desarrollar de forma integral su personalidad, gocen de una vida plena y satisfactoria, que se sientan libres de amar a quien quieran, que se sientan orgullosas de ser lesbianas, que se sientan orgullosas de sus deseos, de sus afectos y de sus vidas. Que se sientan orgullosas de ser lesbianas. Y que puedan vivir lo que suelan vivir sin imposiciones y con libertad.

(Verónica Ferrari es Linguista y Directora Ejecutiva del MHOL)

LAS LESBIANAS Y EL ABORTO

Por Veronica Ferrari, linguista y activista del MHOL
¿Por qué existen tantas lesbianas activistas en pro de los derechos reproductivos de las mujeres (heterosexuales)? ¿Por qué existen tantas lesbianas trabajando a favor de la despenalización y la legalización del aborto? Creo que he conocido a más lesbianas como activistas pro aborto que como activistas de la causa LGTB. 

Nunca me había hecho esas preguntas tan seriamente hasta que me uní a un colectivo que lucha porque las mujeres tengan acceso a información sobre aborto que les pueda salvar la vida. Información segura, gratuita y al alcance de todas. Información que toda mujer que tenga prácticas heterosexuales debe conocer. Un grupo del que estoy orgullosa de participar porque me parece la iniciativa feminista más potente de los últimos años: posibilitar que las mujeres manejen la información que las hará dueñas de sus vidas. 

Es en ese momento en el que yo también replanteo mi posición frente a las mujeres que abortamos. Porque siempre, a pesar de que yo misma había pasado por un aborto, nunca le había prestado atención al tema. Lo miraba de una forma lejana y fría. Casi como si a mí misma no me hubiera pasado. Como si fuera algo de lo que no se tiene que hablar después de que sucede. Como si debiera quedar en el más triste de los olvidos. 

Mi aborto no fue traumático y no me generó ningún sentimiento de culpa, excepto el de no haber tomado las medidas adecuadas para que no me embarazara. Es decir, yo me lamentaba del descuido de haberme embarazado teniendo yo las posibilidades y los recursos para acceder a información y métodos que pudieran protegerme, información y recursos que otras mujeres no tienen. Yo no me lamentaba y nunca me lamenté de abortar. Es más, me sentí muy bien de poder decidir lo que quería para mí. 

Pero este es un tema que no hago público como sí hago público mi lesbianismo. Tal vez porque es un tema que está rodeado de una atmósfera más ominosa, oculta y compleja; y también porque carecemos de referentes. Ahora estamos familiarizados con todo lo LGTB a diario. Vemos en los noticieros noticias sobre la homosexualidad narradas por conductores homosexuales. Más tarde más conductores homosexuales. Y en la noche más programas con gente homosexual. La televisión peruana está llena de gente LGTB (claro, ninguna de esta gente es activista y creo que les importa muy poco si nos matan, nos humillan o no nos dejan vivir con todos los derechos que deberíamos tener. Tiene mucho que ver con la normalización que da el dinero o la clase social). 

Pero del aborto no se habla si no es para acusar a las mujeres de desnaturalizadas o malas madres o para ver de vez en cuando el debate entre las feministas y los curas, o los políticos conservadores y los progresistas, y algún periodista que se cree neutral. Y ahí acabó el asunto. El debate se constriñe a unos cuantos actores y las actrices principales en esta película repetida nunca son tomadas en cuenta. 

He visto cantidad de veces a personas LGTB salir del clóset, pero he visto a pocas mujeres hacer lo mismo sobre el aborto. Incluso yo solo lo hablo con mis amigxs más íntimos, aunque siempre he tenido la necesidad de hablar en primera persona sobre esto en cualquier parte. Parece que fuera un tema del que no se puede hablar en voz alta sino solo en pequeños grupos, en sitios cerrados o en espacios adecuados. A pesar de que, así como todxs conocemos a alguna persona LGTB, todas conocemos a alguien que ha abortado, si no son nuestras amigas, es algún familiar. Puede ser nuestra madre, nuestra tía, nuestra hermana, nuestra prima o nuestra hija. Cuando no, nosotras mismas. 

Tiene mucho que ver en el silencio la culpa cristiana con la que se nos ha educado. El temor a Dios y al pecado. A pesar de que muchas de nosotras no creemos en ese Dios ni en ese pecado, sí vivimos con la culpa. Consciente o inconscientemente la vivimos, y eso nos hace guardar silencio. Y si nosotras, mujeres que hemos sido formadas para ayudar a otras mujeres a empoderarse y ser dueñas de sus vidas, nos avergonzamos y no lo hablamos, que será de aquellas que no han recibido esta formación. 

Esta situación también tiene que ver con el discurso que se maneja de parte de la iglesia, los medios de comunicación y el Estado. No me voy a poner a discutir aquí sobre la vida, el niño o el asesinato. Esos discursos no me interesan, son los mismos que se usan siempre para imposibilitar que las mujeres sean dueñas de sus vidas, de sus cuerpos y de su futuro. Esos discursos solo nos hacen girar en círculos de los que no podemos escapar cuando mucha de la culpa que se nos inculca a nosotras debería recaer en un Estado inoperante y genocida que permite que las mujeres mueran por abortos clandestinos inseguros e insalubres, y en una iglesia que nunca ha permitido que las mujeres tomen las riendas de sus vidas (ni lo permitirá) y en una prensa superficial, machista y retrógrada. Estos discursos están construidos bajo una lógica medieval que de solo repetirlos me asquea. 

Quizás un primer paso para transformar estos discursos es asumir que todas somos mujeres que abortamos, así como asumir que todas somos lesbianas, así no hayamos abortado, así no seamos lesbianas. Es solo un paso. Asumir que nada nos es ajeno puede originar una real transformación, una verdadera inclusión. Una mirada desde dentro y no superficial, como generalmente se asumen estas luchas por el aborto, puede generar un acercamiento más humano a una realidad vivida diariamente por las mujeres. 

Pero ahora yo solo quiero hablar de por qué a mí no me es ajeno el tema, y por qué a muchas otras lesbianas tampoco. 

Primero, porque somos biomujeres y no somos ajenas al hecho de embarazarnos de una u otra forma. El hecho de ser lesbianas no nos aleja de prácticas heterosexuales en algún momento de nuestras vidas o de convertirnos en madres querámoslo o no. Vivir como lesbianas tampoco nos protege de ver violentadas sexualmente. 

Segundo está el hecho de que todo el tiempo han querido controlar nuestras vidas, nuestros cuerpos y nuestros deseos. Han querido convertirnos en heterosexuales haciéndonos creer que la heterosexualidad trae una serie de “beneficios” para las mujeres: legitimidad (ser mujer) y realización (ser esposa y madre). “Beneficios” que se logran, en muchos casos, luego de ceder y perder autonomía y libertad. El hecho de vivir una serie de opresiones para convertirnos en mujeres “verdaderas” desde la más tierna infancia hasta nuestra vejez hace que estemos más sensibilizadas con la problemática de todas las mujeres y más comprometidas que muchas otras en luchar porque las cosas cambien. 

Tercero, muchas de nosotras vivimos nuestro lesbianismo de una forma política. Creemos que nuestras vidas son agentes de cambio, agentes que transgreden y subvierten el orden establecido. Vidas que construyen otros modelos desligados del sistema político heterosexual que condena a las mujeres a vivir subsumidas bajo un orden social machista, misógino y patriarcal que construye, produce y mantiene relaciones de género jerarquizadas, hegemónicas y desiguales que solo nos perjudican, lastiman y destruyen. Feminicidios, violaciones sexuales infantiles intrafamiliares, embarazos adolescentes, violaciones correctivas, crímenes de odio, abortos inseguros y clandestinos, acoso y chantaje sexual, lesbofobia, etc. El perverso sistema político heterosexual sigue siendo el más grande genocida de la vida de las mujeres. Y ahí se encuentra nuestra lucha más radical. 

Es por eso que este 28 de setiembre, día de lucha por la despenalización del aborto, reafirmo mi identidad lésbica y mi compromiso con todas nosotras, las mujeres que abortamos. Soy una lesbiana que ha abortado y que también es madre, pero ninguno de las experiencias que he vivido me parece más importante que la otra. Todos me han servido para vivir en carne propia la experiencia de millones de mujeres en el mundo. Como lesbiana quiero un mundo en donde no tenga que esconderme ni morir por amar a otra mujer. Como mujer que ha abortado quiero un mundo en donde más mujeres puedan decidir sobre sí mismas sin injerencias ni imposiciones de ninguna clase. Como madre solo quiero que mi hija sea feliz si es lesbiana, si decide abortar o si desea ser madre. Y que nadie nunca pueda ejercer ningún poder sobre ella, sobre su vida, sobre sus decisiones, sobre su cuerpo, sobre sus deseos o sobre su futuro.

28 de setiembre

Las mujeres...deciden, el estado...garantiza,
la sociedad...respeta y la iglesia...no se mete.

rebeldias lesbicas

Nuestras actividades por las  REBELDIAS LESBICAS, comenzaron desde setiembre, pero la fecha mas importante el jueves 13 incursionaremos por primera vez en un conversatorio en el auditorio Maria Jesus Alvarado del Ministerio de la Mujer.

EL CAMINO HACIA LA IGUALDAD


Dentro de las actividades por el VII encuentro de los derechos humanos In (Visibles) organizado por IDEHPUCP, se realizara la conferencia El camino hacia la igualdad; proximos pasos de los ltgb en el Perú, de 6  a 8 pm este viernes 16 de setiembre en el auditorio de Humanidades de la PUCP.

Asesinato en Iran

El profesor Meir Javedanfar, uno de los mayores especialistas en política del medio oriente y en particular de Irán, esta de visita en Lima y dictará una Conferencia sobre la situación de los DD.HH. en Irán, país donde, como sabemos, la homosexualidad es perseguida y castigada con pena de muerte.
La conferencia se dictará en español, abriéndose luego un espacio para preguntas y comentarios del público.

¿Callar o protestar?

No creo que exista una sola mujer en el mundo que no haya sido agredida verbal o físicamente alguna vez por un hombre (o varios) en la calle. No creo que exista una sola mujer en el mundo que no se haya sentido indignada frente a esto. Pero sí creo que muchas de nosotras hemos callado y hemos seguido nuestro camino.

Existen varios motivos para que algunos hombres agredan constantemente a las mujeres en las calles y en las casas. La primera es la construcción de una masculinidad que debe ser reforzada día a día. La masculinidad se construye sobre la base de ciertas características que se consideran “machas” o pertenecientes por naturaleza a los hombres o que deberían ser de ellos y solo de ellos: el derecho de propiedad sobre las mujeres que comprende la objetivación del cuerpo femenino, el marcaje de la zona que se habita, el uso dominante y autoritario del espacio público, la agresión y la violencia hacia todo aquello que parezca débil, frágil, diferente o extraño, y en donde se origina la construcción del enemigo y la casi imposibilidad de cambiar las cosas en este mundo.

Todas estas características se les inculcan a los niños desde que nacen. Todas las contrarias se les inculcan a las niñas desde que nacen. Se les adjudica un género, un rol y una serie de características que deben cumplir. Ad infinitum y ad náuseam. Y es así como se van componiendo las características de todas las sociedades sobre el planeta, en algunas más o en algunas menos, pero en todas.
Las mujeres hemos luchado por evitar esas agresiones y conseguimos notables avances. Existe una serie de protecciones que se dan contra la violencia doméstica, el acoso sexual, la desigualdad de oportunidades, el abuso sexual, etc. Pero la violencia sigue siendo pan de cada día en nuestras vidas. Solo veamos la cantidad de niñas violadas que alimentan las espantosas estadísticas (porque de las que callan quizás no sabremos nunca). Generalmente las leyes se dan muy tarde, cuando ya existe un cúmulo de injusticias y experiencias ingratas alrededor del nacimiento de la ley. La ley siempre tarda. La ley nunca es suficiente. La ley tampoco es para todas. Es solo para aquellas que tienen los medios (tiempo y dinero) para hacer valer sus derechos. Las demás simplemente nos jodemos.

La sumisión de la mujer y la violencia de los hombres no solo se construye con acciones, también se construye con discursos. Discursos que escuchamos diariamente en casa y en la escuela, de padres y de profesores. Discursos que nos dicen cuál es nuestro lugar en el mundo. Qué espacios nos pertenecen y cuáles no. Qué podemos hacer y qué no. Qué debemos esperar, qué debemos soñar, qué debemos desear.

Los niños no pueden llorar. Las mujeres deben llorar. Los niños deben resolver sus problemas a golpes. Las mujeres deben resolverlos con llanto. Nosotras nos resignamos, nos callamos o tratamos de huir de ellos. Nosotras no podemos salir hasta tarde. Ellos sí. Ellos pueden cuidarse por sí mismos. Nosotras dependeremos de alguien y estaremos en constante peligro si salimos ni bien entra la noche, si nos emborrachamos, si nos vestimos como putas. Ellos deben evitar ser padres. Nosotras debemos evitar que nos violen o nos maten. Pero debemos ser madres. Tener hijos. Cumplir con nuestro destino.

Si en Lima, a pesar de todo lo que nos enseñan, logramos ser independientes, y salir a las calles y estudiar y forjarnos un futuro sin depender de nadie, no sucederá lo mismo en el interior del país. En provincia muchas niñas no podrán salir a las calles ni estudiar ni construir un futuro libre y autónomo. Se verán rodeadas por sociedades más represoras, por padres más conservadores, por profesores más reaccionarios. Sus vidas se condenarán a ser vividas como quieren otros y no como ellas quisieran. Y la pobreza, esa que abunda en las poblaciones más alejadas de Lima, pero que también abunda en Lima, es un factor clave. Una mujer siempre es más pobre si es pobre, y si es una niña su vulnerabilidad se duplica, y si es afrodescendiente, indígena o lesbiana, su vulneración crecerá exponencialmente. Y si es discapacitada, adulta mayor o no encaja en los cánones de belleza establecidos por una sociedad racista y altamente discriminadora, tendrá serios problemas para vivir una vida digna.

A pesar de todas las formas que utiliza una sociedad machista, misógina y lesbofóbica para subsumir a la mujer en la ignominia, nosotras también tenemos nuestras formas de sobrevivencia, formas que pueden representar grandes sacrificios o grandes riesgos, pero que nos permiten salir adelante. En este mundo una mujer no vive, sobrevive, aquí, en Europa o en Asia. El desarrollo industrial o el crecimiento económico no mejora los chips machistoides. Ese chip solo se recicla.


Nuestra situación no mejora, solo se transforma el discurso para hacernos creer que las cosas van mejor. Muchas dirán que, obviamente, las cosas van mejor para las mujeres ahora que antes. Y es cierto. Pero las variables de la opresión siguen siendo las mismas, y esas variables se ciernen, sobre todo, sobre algunas mujeres que nunca van a ver sus sueños realizados ni sus oportunidades aprovechadas. Y no son unas pocas, es la mayoría.
Una forma de resistir y de evitar que nos llenemos de ira y rencor frente a las agresiones es protestar contra ellas. A la clásica pregunta entre callar o aguantar que recorre nuestro cerebro en breves segundos, tratemos de que el callar no predomine. Sé que asumimos una serie de riesgos al enfrentar las agresiones verbales o físicas: que las verbales lleguen a las físicas, que las físicas lleguen a la muerte. Pero esos son casos extremos. Responder frente a las agresiones es necesario no solo para nuestro bienestar emocional, sino para hacer con el discurso y los actos una serie de transformaciones que son completamente necesarias, en nuestra mente y en la mente de los hombres agresores, sobre todo cuando son jóvenes, sobre todo cuando es posible. No callemos, si es posible acercarse y preguntar la razón de la agresión, hagámoslo. Si es posible verbalizar la rabia o la indignación, también hagámoslo. No callemos. Hablemos fuerte y claro. Puede que corramos riesgos pero también puede que detengamos la agresión. La nuestra debe ser una lucha constante por no aguantar y por no callar.

(Verónica Ferrari  Linguista y activista del MHOL)